Sunday, May 07, 2006

 

TARAPOTO, CIUDAD ENTRE PALMERAS

TARAPOTO, CIUDAD ENTRE PALMERAS
Cambiar la congestionada urbe llena de humo que invade a cada transeúnte cuando pasea por los callejones coloniales del centro de Trujillo en un día festivo, por una jungla llena de misterios y bondades privilegiadas por la diosa naturaleza, con estrechas y contorneadas carreteras nos conducirían a la ciudad de Tarapoto, selva alta del nororiente peruano, con su colorido rincón de sus insólitos paisajes. Seria para estos viajeros una aventura sin límites para descargar todo tipo de estrés.
Partimos muy temprano, eran las cinco y media de la madrugada de un 22 de diciembre del verano pasado. Papa ya se había levantado más temprano de lo acostumbrado y mas rápido que el despertador, bajo algunas maletas que le pertenecían hacia la maletera trasera del carro, prendió el bullicioso motor del carro y, mientras mama nos levantaba, el revisaría los neumáticos.

De la emoción que mis ojos vislumbrarían algo desconocido y que de seguro seria una experiencia irrepetible las horas de la noche se me hacían largas, me cojeó el insomnio, realice unas practicas de terapia con la respiración para conciliar el sueño, pero todo fue en vano; sin embargo, creo, del cansancio de alucinar que ya me encontraba viajando, me quede dormida.

De pronto, a lo lejos se escuchaba el estruendo grito de mi madre, más fuerte que el despertador, de un salto ya estaban mis pies en la alfombra, me fui a dar un chapuzón, me puse lo más apropiado para el viaje, amarre mis largas botas y todos bajamos con nuestras maletas, nos acomodamos en el carro para 23 horas de viaje sin interrupciones.

Luego de 5 horas de haber partido nos enrumbados al cimbreante ritmo de las curvas del camino, los metros sobre el nivel del mar iban en aumento, estábamos dejando la caótica urbe de la zona costera del departamento La Libertad y, después de haber pasado Chiclayo y Olmos, unos gigantescos cerros nos interceptaron, estábamos subiendo “el cuello”, como lo llaman algunos viajeros, unas gotas grandes empezaron a descender del cielo, las lunas del carro empezaron a empañarse con una tumultuosa neblina.

Ya habían transcurrido 8 horas desde que descendimos por el enredado y rocoso cerro el cuello, cuando de pronto divisamos grandes árboles de 300 a 400 metros de altura, llegamos a la ciudad de Jaén, ceja selva de la Región Cajamarca, nos detuvimos un rato para observar el desvío que nos conduciría al centro arqueológico de kuelap, probamos algunos frutas que nos ofrecían los lugareños y después de compartir algunas conocimientos sobre su historia y la creación de esta ciudad con ellos continuamos nuestra ruta.

De pronto, a escasas horas el sol empezó a ocultarse, empezamos a observar a los lejos el rió mayo, pasamos por el puente 2 de mayo, construido durante el gobierno de Alberto Fujimori, ya era de noche y nos sorprendió el sonido de una pequeña cascada en el sendero, nos atrajo con su belleza, su caída y su color cristalina, era momento de dar un pequeño reposo acompañado con una buena cena al estilo selvático con platos tradicionales de la zona, sin embargo era imposible por la cantidad de mosquitos que no dejaban descansar. No pude dormir, se escuchaba el fuerte ronquido de mi papi.

En la mañana siguiente continuamos nuestro recorrido pero de la trasnochada que tuve gracias a los mosquitos me quede dormida durante todo el trayecto cuando desperté estábamos entrando a la afrodisíaca ciudad de Tarapoto. Se podía sentir el inmensurable calor que existía estábamos a 30 grados a 400 metros sobre el nivel del mar de la selva alta de la región San Martín.
Llegamos a la humilde y esperada Plaza de Armas de Tarapoto, bajamos del carro para tomarnos las respectivas fotos cuando de pronto nos interceptaron un enjambre de vendedoras, cada una nos jaloteaba de uno a otro lado tratando de que oigamos sus ofertas. Fue toda una hazaña pasar por en medio de ellas para tomarnos la foto y dejar entrar bocanadas de aire fresco, llenas de olores lejanos y nuevos, o pisar tierra, pasto, arena o cualquier cosa que nunca tuvo nuestra huella.
Pero para nosotros, aun no dejábamos de tener los ojos de curiosidad y de estar dispuestos a seguir viendo los secretos que esconde los paisajes. Por ello nos enrumbamos con destino a Yurimaguas en el estrecho y fangoso camino, había un letrero, el Parque Biodiversidad financiado por la universidad Católica de Lima como nos lo comentaron, por las fuertes lluvias nos detuvimos ahí, una pequeña niña nos condujo al fondo de la apoteósica jungla, descendimos por unas gradas de barro, grandes árboles por doquier con hojas grandes que parecía un laberinto sin salida, ya en el bosque escuchamos el cántico de diferentes animales silvestres, loros, tucanes, monos, ave de plumaje rojo, un ostentoso penacho negro, entre otros como el gallito de rocas que se encuentran en extinción y que para muchos es el ave nacional del Perú.
Después de dejar la biodiversidad y siguiendo la ruta Tarapoto - Yurimaguas, a tan solo 14km. de la ciudad en un paraje de tupida vegetación descubrimos las cataratas de Ahuashiyacu, tuvimos que ir a pie por un circuito de escalinatas talladas en piedra y puentes de madera, nos bañamos en la honda lagunilla, tomamos fotos, y después de una hora partimos.
Nuestro destino final seria el lago de sauce, a 16 km. de la margen derecha del rió huallaga, Conforme avanzamos el cielo se torno rojo. Eran las 7 de la noche pero no nos imaginábamos que llegar al lago tendríamos que pasar por balsa, cruzando el tormentoso rió Huallaga. A la orilla del rió yacía una cabaña, un grupo de hombres corpulentos, hablaban dialectos que no entendía, sus blancos dientes le brillaban en un rostro atezado por el sol y con sus audaces ojos se dirigían a nosotros. Cinco de los hombres embarrados en el lodo jalaban la balsa sujetada por unas poleas a la orilla del rió para que pudiera ascender en ella el carro.
Mamá se puso nerviosa, era de noche solo se escuchaba la bulla de los animales, al otro lado nos esperaban otros hombres para el desembarque. Papa estaba cansado de tantas horas de manejada, pero finalmente llegamos al distrito El Sauce, entramos a una tienda hecha con paja y barro, la luz de lámpara alumbraba a un anciano, dejo escapar algunas sonrisas tímidas cuando empezamos con nuestras preguntas, minutos después no había quien lo detenga, el amor por su tierra escapa a borbotones y no pudimos hacer nada mas que escuchar.
Luego decidimos quedarnos en un hospedaje a una cuadra de la orilla de la laguna, la oferta hotelera era bastante variada. Al día siguiente me levanto el canto del gallo, el sol irradiaba, mis hermanos y yo decidimos pasear en bote, había una casita flotante en el centro del lago. Media docena de niños se acercaron a papa ofreciéndoles el lavado del carro por una propina miserable pero significativa para ellos.
El joven del bote nos informo sobre un lago privado de puerto palmera a unas horas del lago azul. Recorrimos en bote, tuvimos que envolver el rostro de mi mami con una tolla por el miedo al lago, mientras nosotros escuchábamos atentos al joven que termino siendo nuestro guía desembarcamos en una orilla verdosa, grandes helechos, palmeras y algarrobos fueron el umbral del sendero al lago lindo. En el camino habían fosas descubiertas de personas que enterraban por su vinculación al terrorismo en la época de Fujimori .
Era imposible ver que detrás de tanta historia roja se escondía un hermoso lago, donde los paisajes recreacionales habían sido utilizados para la realización de películas como “Anaconda” o sirvio de escenario para plasmar en unas fotografías posadas por las esculturales y famosas modelos.
Después de dos días de hospedados y de imprimir todo lo mágico en nuestras retinas llego la hora de regresar a Tarapoto. Ahí probamos platos como el juane de arroz, el Tacacho con Cecina y/o Chorizo, el inchaicapi y bebidas como el mazato de yuca, siete raíces, chuchuhuasi, ubachado para sentar nuestra comida, los efectos fueron rápidos en nuestro organismos. Reposamos un momento para que los efectos nos pasaran y como todo comienzo tiene su final, decidimos regresar a nuestra caótica urbe para empezar nuevamente nuestra acostumbrada rutina.
cortesia
Mimi Villanueva
Estudiante de Periodismo
Universidad Privada Antenor Orrego - Trujillo

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