Friday, June 09, 2006

 

¡Goooool!

¡Goooool!
Que el fútbol mundialista tiene la capacidad de paralizar a casi todo el planeta cada vez que su particular balón se pone en juego, es un asunto por demás sabido. Que el fútbol, como fenómeno social, ha dado también pie a variadas reflexiones, es otro asunto que no cabe discutir. Que el fútbol de alta competición es una empresa que mueve cuantiosísimas sumas de dinero, tampoco puede negarse. Que el fútbol, en definitiva, ejerce una atracción masiva al parecer inigualable en distintos confines de nuestro planeta Tierra, es una constatación que ya nadie podría rebatir. Pero, cómo llegó el fútbol a ser todo eso y más es una curiosidad que aún no he satisfecho y que no sé si algún día podré satisfacer. Hasta ahora me ha bastado con compartir, según mis intereses y mis disponibilidades de tiempo, el singular placer que produce seguirle la pista a la pelota futbolera en medio de esa gala de destrezas que está en condiciones de exhibir unas dotadas y entrenadas piernas. Disfruto, pues, del fútbol, del buen fútbol: aquel que combina sagacidad, inteligencia, trabajo en equipo y obviamente, un exquisito dominio del balón. Desde esa perspectiva, la invasión al arco contrario termina siendo la exitosa culminación del esfuerzo desplegado por un conjunto de jugadores. Ese es, sin embargo, un premio que no siempre llega, por mucho que haya quienes se lo merezcan de sobra. Así es también el fútbol: una cajita de sorpresas.
No tengo, entonces, nada contra el fútbol, ni nada contra la efervescencia humana que él genera y que campeone el mejor.
Lic Edgardo Navarro

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