Saturday, July 29, 2006

 

¡Por Dios y por la patria!

¡Por Dios y por la patria!
Por segunda vez, el líder del APRA, Alan García Pérez, asumió la presidencia de la República para el periodo 2006-2011, tras jurar al cargo en una sesión solemne del Parlamento Nacional donde él mismo se invistió con la banda presidencial.“Yo, Alan García, juro por Dios y por la Patria que ejerceré fielmente la Presidencia de la República que me ha confiado la Nación, defenderé la soberanía nacional y cumpliré y haré cumplir la Constitución política”, volvió a expresar García luego de dieciséis años, pero esta vez ante la presidenta del Congreso y también dirigente aprista, Mercedes Cabanillas. A diferencia de la primera vez, García tuvo que utilizar anteojos para leer su discurso de juramentación y estuvo acompañado por algunos dirigentes apristas, mientras que su esposa Pilar Nores y sus hijos lo observaban desde una de las galerías del Congreso.A su llegada, García fue aplaudido por los representantes de las diversas bancadas, con excepción de la de Unión por el Perú (UPP). Momentos antes, a las 10 y 50 de la mañana, desde ese mismo escenario el presidente saliente Alejandro Toledo pronunció su último discurso como mandatario, prometiendo quedarse en el país para trabajar por el progreso de la nación. Al parecer, a Toledo le costó dejar el máximo cargo de la nación, pues al término de su mensaje se despidió y emprendió la retirada del estrado sin entregar la banda presidencial a la presidenta del Congreso, tal como lo manda el protocolo. Cuando reparó en su omisión, volvió sobre sus pasos y le entregó la banda presidencial a Cabanillas, con quien se estrechó en un fuerte abrazo. A la transmisión de mando presidencial asistieron los mandatarios de Chile, Michelle Bachelet; de Brasil, Luis Inácio Lula Da Silva; de Bolivia, Evo Morales, de Colombia, Álvaro Uribe; de Ecuador, Alfredo Palacio; de Paraguay, Nicanor Duarte; de Honduras, Manuel Zelaya; de El Salvador, Elias Saca; de Panamá, Martín Torrijos, y el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.
En su Primer discurso a la Nacion, Seguramente, el ministro que debe haber comenzado a trabajar anoche mismo para evitar que los anuncios presidenciales del mensaje de ayer tiren por la borda el equilibrio fiscal, es el flamante titular de Economía y Finanzas, Luis Carranza.
No, por cierto, por la saludable política de austeridad que García ha propuesto con énfasis o por la correcta ecuación que vincula el exceso de gasto público con las carencias materiales de los peruanos más pobres, sino por el cúmulo de exoneraciones tributarias que en paralelo ha planteado el Presidente y que también tienen directa vinculación con la situación de los mismos pobres que tendrán un Estado cuya recaudación podría verse afectada por las mencionadas exoneraciones.
No ha sido éste, en principio, un discurso típico dentro de la tradición alanista, tentado siempre por el gran mensaje ideológico, cargado de definiciones programáticas o revuelos dialécticos. Ha sido un mensaje para el llano, teledirigido a esa gran masa de ciudadanos excluidos del Perú formal.
En esa medida, más allá de las críticas que ya ha despertado en los ortodoxos de la economía o en cierto sector empresarial, lo cierto es que, desde el punto de vista político y social, la puntería nos parece correctamente elegida.
La izquierda tampoco debe estar satisfecha (a su manera, Ollanta Humala ya ha aprovechado la ocasión para tomar la batuta al respecto). García, aunque no se le pueda reprochar incoherencia alguna, ya que nunca prometió lo contrario, no ha tocado las piezas estructurales del modelo económico que el Perú mantiene vigente desde 1992, con algunos paréntesis ominosos (como el de 1996 al 2000).
Se peca, sin embargo, de exceso formal si se quiere entender un mensaje de Fiestas Patrias como la expresión cabal de un plan de gobierno. Para ello está la presentación ante el Congreso del gabinete ministerial con Jorge del Castillo a la cabeza.
Además de las exoneraciones referidas, la libre desafiliación de las AFP, la zona franca de Puno, etc, los cuales, al tener que pasar por el Congreso, acreditarán su mayor reflexión y ajuste.
Sí nos parece relevante, en cambio, dada la coyuntura social explosiva que vivimos y que muchos ya parecen haber olvidado que existe, que el mensaje haya tenido como eje central la mirada puesta en esa situación.
De repente, en algunos casos, reiteramos, con instrumentos a la postre paradójicos y que podrían ahondar el problema antes que resolverlo, pero lo valioso es que los millones de desoídos deben haber escuchado un mensaje dirigido a ellos y que resuena en su quehacer cotidiano.
Como bien ha sido indicado, “el gran peligro actual es la falta de legitimidad social del sistema político y del Estado”. Reconstruir ello no es posible de lograr manteniendo el statu quo que increíblemente algunos creen palabra sagrada o un patrimonio que debe mantenerse incólume.
Cortesia Diario EXPRESO

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