Saturday, June 16, 2007

 

Aires de grandeza en un territorio diminuto

Aires de grandeza en un territorio diminuto

A mitad de camino entre Africa y Europa, esta isla mediterránea ofrece un perfil ecléctico, aguas de azul intenso y más de seis milenios de historia para descubrir
LA VALLETTA.- Si en Malta a uno le dicen grazzi , no hace falta ser un genio para deducir que le están agradeciendo. Y si le indican que debe tomar un lift para bajar o subir a algún lado, y usted domina el inglés, entonces sabrá que lo que hay que tomar es un ascensor. De hecho, la influencia de vecinos mediterráneos o de antiguos colonizadores en el lenguaje maltés es fácil de distinguir. Incluso cuando se trata de vocablos que no entendemos, como es el caso de meherba (bienvenido) o sajf (verano), la inmediata asociación con el árabe es inevitable. ¿Pero qué decir de palabras como jekk joghgbok (por favor) o jiddispjacini (perdón)? ¿De dónde vienen? "No intenten encontrar una explicación a todo en Malta. Y menos un idioma puro o un maltés auténtico. Acá todo es mezcla", advierte Steven Florián, un guía que parece desproporcionalmente grandote para el tamaño de la isla, de apenas 26 km de largo por 14 de ancho. Es minúscula, es cierto, pero debido a su posición estratégica -en pleno corazón del Mediterráneo- fue uno de los territorios más disputados durante su dilatada historia. Fenicios, cartagineses, romanos, árabes, normandos, la Orden de los Caballeros de San Juan, franceses y británicos, entre otros, dejaron su impronta en esta isla imposible de clasificar, pero de la que podría decirse que tiene esencia mediterránea, arquitectura árabe y reminiscencias británicas. De hecho, la costumbre de manejar por la izquierda y las típicas cabinas de teléfono rojas son algunos de los recuerdos que dejó la colonización inglesa (1800-1964). Pero, de todas las influencias, tal vez la religiosa sea una de las más notables. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que aquí naufragó San Pablo en el año 60, cuando era conducido a un tribunal de Roma. Permaneció tres meses en la isla y, según la tradición, su estada fue decisiva para que los habitantes de Malta se convirtieran al cristianismo. Tan cristianos son los malteses hoy, que aquí el divorcio está prohibido por ley, cada pueblo tiene su patrono (y la devoción es tal que suele haber disputas entre los poblados) y se dice que hay más iglesias que días del año, sin contar los cientos de capillitas que se aferran a los acantilados. Mención especial merece la cocatedral consagrada a San Juan, construida entre 1573 y 1577, y considerada una de las más lujosas del mundo. Está decorada hasta la extenuación, con un interior tan barroco como teatral, y no se puede entrar con hombros o rodillas descubiertos. Pero más allá de la espectacularidad de sus lápidas de mármol y paredes de alabastro, el templo alberga una de las grandes obras de Caravaggio, La decapitación de San Juan , que además es la única obra firmada por el pintor italiano (que vivió en Malta durante poco más de un año, escapando de la justicia italiana por homicidio, y antes de darse a la fuga nuevamente). La cocatedral es una de las citas ineludibles de La Valletta, la coqueta capital de callecitas angostas y empinadas -que sin embargo se recortan en perfecta cuadrícula-, balcones labrados de madera que cuelgan de las casas como enormes jaulas y ese característico color ocre que tiñe todas las construcciones de la isla. La Valletta fue fundada en el siglo XVI, después del asedio turco de 1565, durante el cual los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, rebautizados como Caballeros de la Orden de Malta (luego de que el emperador Carlos V les cediera la isla), lograron resistir. Los Caballeros mantuvieron a raya a los invasores, fortificaron el magnífico puerto natural y construyeron la nueva capital, por cuyas calles se desparrama hoy el borbotón de turistas que de repente asalta la ciudad. Un crucero acaba de hacer escala en Malta, uno de los destinos de moda de la ruta del Mediterráneo. Y eso, mucho ante de que el presidente Nicolas Sarkozy decidiera pasearse en yate por las costas maltesas, pocas horas después de su victoria en las urnas. O de que el archipiélago fuera el elegido para rodar superproducciones como Troya , Gladiador o El conde de Montecristo (incluso hay un tour, el Malta Movie Map , para recorrer las locaciones de las filmaciones). Motivos no faltan: playas, buen clima, un mar de azul intenso, arquitectura nobiliaria (además, no hay edificios altos ni llamativos) y, claro, los más de seis milenios de historia que encierra este territorio minúsculo, pero que soporta una de las mayores densidades del mundo: 1300 habitantes por kilómetro cuadrado. Si de historia se trata, no se puede pasar por alto Mdina, la antigua capital de Malta, una urbe amurallada construida en el punto más alto de la isla (a 213 m). Pese a su nombre árabe, se ofrece como una ciudadela cristiana, bien surtida de iglesias, fortificaciones, fachadas góticas tardías y renacentistas, buganvillas fucsias y una vista insuperable de la campiña. Al otro lado de las murallas color miel se descubre Rabat, donde las ruinas romanas y las catacumbas -las más famosas son las de San Pablo y Santa Agatha- le han reservado un lugar privilegiado en los libros de viaje. Una buena noticia para los visitantes de Mdina es que está prohibido circular en auto (excepto los residentes, que no superan los 400). Y entonces, cuando el recién llegado se deja perder por algunos de los pasajes ceñidos de la ciudadela, se entiende el porqué de su apodo, la Ciudad del Silencio. Siempre y cuando, claro, que uno no se tope con alguno de esos casamientos que se celebran a toda pompa en la catedral barroca de San Pablo (la misma que tiene dos relojes en su fachada: el de la izquierda anda siempre mal porque, según la tradición, el diablo es retratado como zurdo, y un reloj que esté a la izquierda y ande bien es sinónimo de mala suerte). Y si le gustó la idea de celebrar su boda en este lugar idílico, mejor apúrese: la lista de espera es de por lo menos... tres años. Por Teresa Bausili Enviada especial Las vecinas menos famosas de la isla En realidad son tres las islas que conforman la República de Malta: Malta -la mayor-, Gozo y Comino, además de unos islotes sólo habitados por pájaros marinos. Gozo, la segunda isla por extensión (15 km de largo por 7 de ancho), presume de tener un solo semáforo en sus 67 km2. Esta islita es el granero de Malta, mucho más verde, con acantilados escarpados y un ritmo de vida que su vecina perdió hace 40 años. Aquí están también los vestigios prehistóricos más impresionantes y antiguos del país, los templos de Ggantija y de Xaghra. La leyenda dice que en sus cuevas, la ninfa Calypso logró retener a Ulises durante diez años. Comino, en tanto, está cubierta de hierbas salvajes (especialmente comino, de donde viene su nombre), y en sus 2,5 km2 residen en forma permanente sólo ocho personas.
Cortesia Diario La Nación - Argentina

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