Sunday, July 01, 2007

 

Ganges, el néctar de la vida

Ganges, el néctar de la vida

Cuando comienza a caducar la vida humana y se acercan los plazos de vencimiento corporal, los fieles hinduistas peregrinan a Varanasi. La oleada de impresiones ni bien uno pisa el lugar es antagónica. Mezcla de miedo y pena. La primera imagen fue el indescriptible escenario de la estación de tren. La acongojante cantidad de cuerpos tumbados hacía difícil descifrar el terreno en el que me encontraba. Pero al contrario de todas mis expectativas, poco a poco me fui reconciliando con la ciudad. El paseo por el río Ganges comenzó a las 6, cuando empezaba a despuntar el día. La bruma matutina, los murmullos de las primeras voces y la visión borrosa de la ciudad hacían del mismo un recorte de película. Al bajar de la pequeña embarcación me adentré y perdí en un recorrido por un millar de templos. Aprendí a leer los símbolos, el lenguaje del lugar: reconocí el tridente de Shiva y admiré las imágenes de Hanuman. Caminé mientras caía el sol por los ghats y me mezclé entre los sadhus . Vi cremaciones y aún impresionada traté de comprenderlas. Me comuniqué con Varanasi. Entendí que la vida de la ciudad gira en torno del río sagrado, donde la gente va a morir y a liberarse de los samsaras, lavando sus karmas y haciendo ofrendas a los dioses. Canastitos con flores, arroz, dulces y otras curiosidades que adornan el agua flotando. Todas las tardes los creyentes se reúnen a rezar y el viento se llena de sonidos de campanas. El río también acompaña los quehaceres diarios de la gente, es decir, lavan ropa, se bañan, etcétera. A los ojos del turista occidental constituye una verdadera inmundicia, pero tiene un poder gigante sobre la gente y como un indio me dijo, para ellos el Ganges es el néctar de la vida . India. Suena raro a los oídos ajenos. Exótico por así decirlo. Pero Varanasi tiene una personalidad propia, integradora y aislada. Un esquizofrénico con mil caras en la cual la lectura de sus gestos depende de quien abra los ojos y observe sus muecas. Varanasi le pone los pelos de punta hasta al más reacio de todos los ateos.

Cortesia Diario La Nacion Argentina

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