Sunday, August 26, 2007

 

La universidad y la lectura

La universidad y la lectura

Las universidades están convocando a exámenes de ingreso. Se inicia el segundo semestre. Es bueno recordar que la universidad no es hoy lo que era 50 años atrás. Hoy es una vasta realidad interdisciplinaria: estamos ante una red de enseñanza integrada, pero diferenciada. Si antes era muy fácil descubrir o acertar con las vocaciones universitarias, hoy debemos estar listos para reconocer formas diversas de una misma vocación. La vocación hoy es, en rigor, por la vida universitaria. 50 años atrás los muchachos llegaban a la universidad con una vocación más o menos definida. Hoy toca a la universidad ayudarlos a precisar los matices de esa vocación. Y es que toda enseñanza superior tiene por objetivo asegurar al hombre el desarrollo de su personalidad. La persona es el objetivo. Y el rigor científico es el secreto para alcanzar tal objetivo. Si no hay educación científica, no estamos hablando de universidad.
La primera sorpresa que debe reconocer quien se interese por seguir los pasos de quien inicia su vida universitaria está relacionada con los textos. Ahora llegan a la institución superior alumnos desacostumbrados a la lectura y a la reflexión. No podemos, por eso, proponerles los libros que les ofrecíamos a sus compañeros de 10 años atrás. Los muchachos no se sienten hoy animados para leer textos que reclaman una exigencia particular. Pero la universidad necesita que los estudiantes sepan leer con claridad. A esto hay que agregar que la escuela ha estado acostumbrando al alumno a ser un espectador pasivo. La universidad necesita que el alumno comprenda, desde la hora inicial, a ser un actor generador de su propio destino. Hace años, el profesor podría ser un expositor esmeradamente respaldado por su erudición. Ahora la universidad le exige ser un dinamizador de los grupos estudiantiles, un ágil monitor del diálogo, un esclarecido iluminador de los claroscuros del alma del muchacho sorprendido en la perplejidad de la aventura científica.
Todo esto supone en el muchacho (y sería bueno que también en el hogar) un cambio radical de mentalidad. Por eso los libros con que la universidad debe vincular al recién llegado tienen que ser distintos de los que hubiera frecuentado en el colegio. Por eso los libros suelen sorprender al recién llegado. Es que el libro requerido debe ser el que invite al estudiante a iniciarse en la reflexión, con el objetivo inmediato de estimular su espíritu crítico. Para adiestrarlo en el debate de las ideas, no le ofrecemos al estudiante un texto único sino un grupo de autores que, si bien coinciden en lo fundamental respecto de un tema, asumen posiciones distintas para fundamentar su posición. Necesitamos libros que ofrezcan un programa de intereses y no olviden la interrelación disciplinaria, realidad que no puede pasar inadvertida en la universidad. El libro debe hacer comprender al alumno que la crítica, la reflexión y el debate son instrumentos indispensables para organizar el saber y perfeccionar la técnica: gracias a eso, el libro estimula la capacidad creadora y enriquece espiritualmente al individuo.
Quienes estamos comprometidos con la enseñanza universitaria, nos adelantamos a decirlo, sabemos lo difícil que es acertar con el texto ideal. En verdad, ese texto nos hace falta siempre. El texto ideal debería ofrecer, ciertamente, los conocimientos fundamentales de una determinada disciplina. Debería presentar los temas que constituyen su razón de ser y la razón de su vigencia actual. Y debería ofrecernos información desde tres perspectivas: a) lo que debemos hasta ahora, b) lo que está en discusión; c) las vías para profundizar la discusión y alcanzar (y perfeccionar) el conocimiento.
La primera perspectiva nos enfrenta ante los problemas mismos, y debe ofrecerlos en su totalidad: empezando por el problema en sí mismo, a fin de mostrarnos en seguida su conexión con otros temas fundamentales. Esta etapa inicial nos ofrece cuenta y razón del conocimiento. La segunda perspectiva es instructiva y alentadora; al mismo tiempo que nos muestra en qué etapa se halla la discusión. Nos entrena para admitir que toda conquista es provisional y que toda tesis está sometida a análisis, discusión y crítica. Ayuda a que el estudiante descubra cuán benéfico es cuestionar las grandes afirmaciones científicas. Es la perspectiva en que esperamos que asome el interés por la investigación. La tercera perspectiva nos convoca a una confrontación meditada de la bibliografía. Es la perspectiva en que descubrimos nuestro interés personal por una determinada cuestión, la etapa en que nos vemos animados a redactar una breve nota, una monografía, un artículo. Es la etapa en que aprendemos a valorar la contribución bibliográfica, y en la que aprendemos qué libros son los que vale la pena leer concienzudamente. Esa es la etapa en que el alumno aprende que lo que vale no es la bibliografía masiva sino la bibliografía selectiva, integral.
Cortesia Diario La República

Comments: Post a Comment

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?


Estadisticas de visitas