Sunday, November 25, 2007

 

El mito macabro del "calentamiento global"

El mito macabro del "calentamiento global"



Serguei Golubchikov, ecólogo, para RIA Novosti. Muchos científicos y políticos del mundo vinculan el aumento de las catástrofes naturales y mítico "calentamiento global" con la creciente actividad industrial.

Incluso por encabezar una campaña en ese sentido, el ex vicepresidente de Estados Unidos Albert Gore obtuvo el Premio Nóbel el pasado mes de octubre.

¿Hasta qué punto esos temores ecológicos son reales?

¿Y a quién le conviene promover la lucha contra el "calentamiento global" y destinar fondos equivalentes al 1% del Producto Interior Bruto (PIB) de todos los países, como pide el Banco Mundial?

La "ecofobia" es una enfermedad de la civilización tecnocrática.
A esa dolencia también hay que incluir la preocupación por el cambio del clima que ha conducido a la comunidad internacional a adoptar medidas equivocadas.
Un ejemplo es el Protocolo de Tokio sobre el cambio climático, pues a pesar de que no se ha demostrado la relación entre el calentamiento global y el aumento de la concentración de gas carbónico en la atmósfera, el mencionado protocolo ya está en vigencia.
Los países firmantes del Protocolo de Tokio asumieron el compromiso de reducir para el año 2012 las emanaciones de dióxido de carbono (CO2) en un 5 % (además de otros cinco gases) en comparación con las emanaciones que había en 1990.
¿Y por qué precisamente el gas carbónico? Entre otras cosas ese gas no es perjudicial. Al contrario, es muy necesario como abono para todas las plantas del planeta.
En el aire el CO2 es poco, apenas el 0,037% y una concentración más elevada de ese gas en el planeta acelerará el crecimiento de todas las plantas, entre ellos los bosques que constituyen los absorbentes principales de los gases producidos por el llamado efecto invernadero.
Si por alguna razón, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera deja de renovarse, las plantas del planeta agotarán las reservas de ese gas entre 8 y 11 años, y entonces, todos los seres vivos dejarán de existir.
Además, las emanaciones de dióxido de carbono que ocurren por ejemplo tras las erupciones volcánicas estimulan el crecimiento de las plantas y en consecuencia, se aumenta la generación de oxígeno. La principal masa botánica del planeta se encuentra en los mares por esta razón, es el océano mundial (y no los bosques en los continentes) el absorbente más poderoso de los gases del efecto invernadero.

En el Océano Mundial se encuentra diluido el 95 % del gas carbónico que existe del planeta, y a consecuencia del calentamiento global, precisamente el gas carbónico que se encuentra allí diluido, y no el producido por la industria y la actividad humana será la principal fuente de uno de los gases del efecto invernadero en la atmósfera.
Mi postura es la siguiente: antes que todo, los acuerdos internacionales deben estar encaminados a la disminución de las enormes emanaciones de gases de azufre, óxido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno, hollín, metales pesados y otros contaminantes. Precisamente esos gases se distinguen por su elevada toxicidad y sus propiedades cancerígenas y mutabilidad. La concentración de estos aerosoles nocivos en la atmósfera es fácil de establecer, y la limitación de su emisión deberá preocupar prioritariamente a los gobiernos y la sociedad.

Además, la industria mundial no puede incluirse entre los principales factores que influyen en la circulación de las masas gaseosas de la atmósfera y el cambio climático

Los factores determinantes del cambio climático son la contaminación del océano mundial, como la contaminación con petróleo (que actualmente cubre el 13% de la superficie del océano), el derretimiento de la capa de hielo en el Ártico y las heladas (no es ocasional que el Ártico se considere la cocina donde se cuece el clima del planeta).

A mi juicio, el calentamiento del clima en el norte de Europa los últimos veinte años está relacionado con la reducida influencia de los anticiclones árticos de invierno, que son los gestores del invierno en el hemisferio norte.

Esto también explica el derretimiento de la capa de hielo que cubre el océano Glacial Ártico.
Científicos noruegos del Instituto Fridtjof Nansen calcularon que la capa de hielo del océano se reduce cada diez años en un 5 %. A esos ritmos, a medidos del siglo XXI, en la zona del Polo Norte habrá un océano sin hielo.

La reducción de la capa de hielo se debe no sólo a las fluctuaciones del clima, sino también a los cambios en la corriente cálida del Golfo (Gulf Stream), considerada "la calefacción" principal que calienta el norte de Europa.
Actualmente, la corriente del Golfo cada vez está más contaminada con aguas residuales, residuos domésticos e industriales.
Esto lo pude observar personalmente en la costa occidental de Nueva Zemlya (isla rusa en el Ártico) bañada por la corriente del Golfo que arrastra la basura de todo el Atlántico norte.
Son precisamente el Océano Mundial, el Ártico y Siberia las zonas que deben acaparar la atención de científicos y políticos.

Pero desafortunadamente esto no ocurre, los políticos y los científicos que están a su servicio reciben los premios Nóbel y nos exhortan a todos a combatir el "calentamiento global" y a poner en marcha la transición de las economías nacionales a las denominadas "vías de desarrollo estable".
Debo reconocer que para mí son incomprensibles los planteamientos relacionados con "el porvenir radiante de la noosfera" (conjunto de los seres vivientes inteligentes con el medio en que viven).
Porque esa noosfera no se puede medir, pesar y mucho menos, determinar sus límites en el tiempo y el espacio, a pesar del profundo respeto que profeso
a los autores de la teoría de la noosfera, los científicos rusos V.Vernadski y
N. Moiséyev.

El ardid principal del Protocolo de Kioto radica en que en el caso de un calentamiento del clima, Rusia, aunque no crezca su economía, quedará como el mayor proveedor de gas carbónico, más que todo por su ubicación, en el centro de dos continentes. Precisamente en esa zona y no en las regiones cercanas a los océanos se producirán los aumentos de temperatura más intensos del planeta.
Esto conducirá al derretimiento de la masa de hielos eternos más grande del mundo, donde yacen enormes reservas de substancias orgánicas putrefactas, en su mayor parte en la forma de turba. Con el calentamiento, los yacimientos congelados de turba se convertirán en fuentes colosales de gas carbónico.
El derretimiento de la turba ocurrirá no sólo en la superficie sino también en el subsuelo donde se encuentran grandes capas de hidratos gaseosos carbonados en la forma de cristales congelados. Una vez en la superficie, esos hidratos carbonados encerrados en los cristales pasarán de la fase sólida a la gaseosa deliberando en la atmósfera volúmenes colosales de metano y ácido carbónico.

Además, es muy factible que a consecuencia del calentamiento también ocurrirán incendios gigantescos en la taigá siberiana. Estos, también producirán cantidades considerables de gas carbónico sin que nadie pueda evitarlo, ya que será muy difícil extinguirlos sin carreteras y escasa infraestructura.

Ninguna de las fuentes naturales de gas carbónico anteriormente mencionadas se encuentra en Europa Occidental.
En cambio, Europa Occidental, de acuerdo al Protocolo de Kioto recibirá grandes beneficios incluso en el caso de que la industria rusa se paralice totalmente.

Según cálculos del profesor Nikolai Tkachenko, en los últimos 100 años la humanidad en su mayor parte debido a la quema de combustible y por la corrosión consumió el oxígeno de la atmósfera en una cantidad en toneladas equivalente a 10 al exponente 13. La concentración de oxígeno en la atmósfera se redujo en, al menos, un uno por ciento y se aproxima al 20%.

Este proceso negativo disminuye la calidad del medio habitable de la humanidad y favorece a la propagación de enfermedades. Cabe recordar que de acuerdo a las normas sanitarias la concentración mínima de oxígeno en los recintos no debe ser inferior al 18 %.

De esta forma, ¿por qué la humanidad no unifica sus esfuerzos para la conservación del oxígeno en lugar de luchar contra el mítico calentamiento?
Más exactamente, esos esfuerzos deberán estar encaminados a conservar los ecosistemas que generan oxígeno, una de las tantas riquezas que tiene Rusia.
Debido a esos ecosistemas, el aire de Rusia tiene las concentraciones de oxígeno más altas del planeta. Precisamente los bosques de Rusia y los pantanos congelados en hielos eternos donde todos los procesos de putrefacción de materia orgánica se desarrollan con mayor lentitud, constituyen los principales productores de ese oxígeno que tanto necesita el planeta.




Cortesia Agencia Novosti RUSIA

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